así nació el libro

Viajes que despertaron mis 5 sentidos es la historia de un viaje que me ha cambiado la vida, mi forma de relacionarme con el mundo como mujer y con mi propio cuerpo; es la historia de una aventura impresionante que me ha transformado y me ha permitido descubrir cada sentido y la diosa que soy.

He seguido la ruta del Nilo del Egipto faraónico y los egipcios nubios me enseñaron a usar los perfumes para despertar el corazón, viajé por las antiguas ciudades matriarcales de Anatolia, en Turquía, donde el tacto me dio claves para recuperar la seguridad, en India y Nepal los colores que acompañan a diosas, prostitutas sagradas y viudas me mostraron como limpiar las heridas del alma. En Colombia las mujeres indígenas me empujaron a escuchar la voz de la tierra, sentir al planeta como parte de mi misma y buscar el equilibrio también a través de los sonidos. Cuando llegué al norte de la Península Ibérica, donde permanece viva la herencia matriarcal celta en muchas mujeres, recuperé los sabores de mi infancia.

A lo largo del camino he descubierto la fuerza de luna en las propias emociones, los ciclos de la tierra reflejados en mi cuerpo, la forma en la que mi sexualidad marca cada día. Pero también he descubierto mi vínculo con las mujeres de todo el mundo, con las diosas a las que se adoraron en otros tiempos o se adoran hoy y con la sabiduría de la tierra.

El resultado es este viaje sensitivo, la memoria del saber de otras mujeres que me han hecho vislumbrar mi propia fuerza interior y mi conexión con el planeta tierra que me limpia, equilibra y me hace crecer. El resultado son “Los viajes que despertaron mis 5 sentidos”.




 Todo comenzó en mi primera visita a Asia Menor cuando me di cuenta de que la mayor parte de las ciudades grecorromanas se dedicaron a una diosa distinta, y que cada diosa era única pero todas enseñaban a sus fieles el compromiso de entregarse a la vida de pleno; también la obligación de disfrutar cada instante. Después descubrí que en el inicio aquella cultura había sido matriarcal y supuse que durante miles de años millones de mujeres peregrinaron por los templos para pedir amantes, hijos, aventuras, razones para seguir con vida y, ante todo, el equilibrio suficiente para afrontar cada reto. Pero también intuí que aquellas viejas diosas tenían claves sobre cómo enfrentar esta sensibilidad femenina que a veces nos hace quebrarnos cada mes y afrontar cada etapa de nuestros ciclos vitales. Después descubrí que cada templo tenía música y danza, colores y perfumes, sabores que se usaban para curar; también para enseñarnos a las mujeres cómo podemos sentirnos bien con nosotras mismas a través de los sentidos, y coger la vida por los cuernos en cada instante. Cada sentido era una puerta para el alma y el cuerpo; también la forma más directa de llegar a lo invisible.

Ahora, hoy, Al igual que hacen los fieles en los templos cuando se les conceden sus deseos doy las gracias a los hombres que he conocido en el viaje y me han devuelto la confianza, a las diosas, vírgenes y ancianas que me han recordado pedazos olvidados de mi, a los guías visibles e invisibles que han abierto las puertas de cada etapa del camino. Tengo la sensación de que todos se han sumado para recordarme el hermoso regalo que es la vida y la magia que lo envuelve todo.