jueves, 6 de octubre de 2011

Diego Galaz, el violón y el cielo en el corazón de Madrid

Regresaba del Cafe Central tras un concierto de Mastretta. Diego Galaz, vestido con traje negro, había tocado su violín de cuerdas, su violín trompeta, y sus otros violines sin parar de disfrutar, de entregarse hasta parecer amar el violínn. Gracias a él y a toda una banda como él, durante dos horas me hefundido en el instante presente, y he sentido el cielo. Y luego, la calle. La gente pululante en las calles, los que piden, los que se aman, los que huyen de la soledad de sus casas, los que exploran, los que beben, los que gritan, hablan, se pierden; y los reclamos publicitarios, los puestos de helados, los bares abiertos; y una energía que me cuesta atravesar y me hace sentir terriblemente ajena y sola ; una energía que me hace preguntar por cel juego, una energia semejante a la de una prisión, fruto quiza de un laberinto de tiendas que dicen -!compra!!Compra!Compra!!Consume!!Gasta!. El infierno; he sentido el infierno en el corazón de Madrid, y no podía escaparme, detenerme, bajarme en la siguiente estación porque me sentía encadenada.
Dos segundos después, a la puerta de Zara, en la calle preciados sonaba un violín. De nuevo el músico vestía de negro, y sonreia en completo extasis con el instante, en completo amor a la música que arrancaba al instrumento. En torno al violinista callejero había mucha gente que escuchaba con respeto; los mismos que al terminar la pieza se han arrancado a aplaudir. !Oh, de nuevo he regresado al cielo!
Mientras caminaba por Preciados me preguntaba qué tiene este Madrid capaz de hacerte sentir el paraiso y el infierno casi al mismo tiempo. Pensaba que sólo les separaba unas notas de música, o quizá el amor con el que los músicos las arrancaban.

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